martes, 8 de marzo de 2011

Y ya no tiene sentido la Vida sin hablar con ELLA




Porque una vez que te acostumbras a entablar un diálogo con tu alma, cuando dejas de hacerlo, parece que no sabes cómo guiar tu vida, hacia dónde girar el timón...y eso, me ha ocurrido…me ha ocurrido que dos semanas intensas de trabajo me han apartado de la única Verdad que encierra mi alma, me han dejado aislada del mundo, de la vida, de la gente, y, lo peor de todo, de MÍ.



Y eso, es casi imperdonable, porque, si no diriges la mirada cada día al interior de ti mismo puedes seguir caminando sin brújula, puedes respirar, comer, hablar, sentir, pero sin perspectiva ni criterio.



Y es que el día cambia casi milagrosamente cuando te acercas a esa parte de Ti que encierra tanta sabiduría, cuando, en lugar de empezar frenéticamente a tomar las riendas y el ritmo del día a día te tomas unos minutos de “silencio” para, paradójicamente, entablar el único diálogo verdadero que te devolverá la paz, la serenidad y la perspectiva necesaria para emprender todas las acciones en tu vida.



Sin esos minutos de paz, de calma, de sosiego y de “volver a casa”, tu día se verá enturbiado constantemente con emociones, pensamientos, situaciones, terrenales, irreales, confusas, ilógicas...



Todo sucederá igual si decides dedicar tiempo a tu interior, pero la gran diferencia es que tú no verás afectado ni condicionado por ello, es decir, si tú dedicas esos minutos a sentir tu verdadero centro, el mundo, literalmente, puede desmoronarse que a ti te será mucho más fácil ver el deslinde que existe entre t u r e a l i d a d y LA REALIDAD, sabrás colocarte en una perspectiva mucho más lógica, más idónea, tu mente ya no jugará a saberlo todo, a pretender organizar y controlar, no dejarás de vivir, sino que, simplemente sabrás cómo hacerlo…no te involucras en la desazón ni la angustia de las situaciones, sino que, a cambio, sabes discernir que absolutamente todo en la Vida es un GRAN TEATRO, diseñado simple y llanamente para que TU SER y TU ALMA crezca.



Sin ese diálogo previo, discernir, razonar, actuar y, en definitiva, VIVIR se convierte en una tarea cuasi imposible.










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