jueves, 14 de abril de 2011

Gracias "hadas"...por ayudarnos a creer




"A veces para que alguien sea, hay que ayudarle a ser"






Porque es difícil ver el edificio entero desde dentro del edificio.




A veces las palabras más sabias brotan cuando menos te lo esperas..




Esa frase me la dijo mi buen amigo Marcos, quien, en una conversación “normal” me dijo muy sabiamente que no podía pretender tener una perspectiva global de la situación si yo misma me hallaba incursa en medio de toda la vorágine…y es cierto..




Porque desde dentro del edificio tendremos una panorámica muy poco objetiva, irreal, tan sólo desde un prisma, desde un ángulo…me recuerda a aquel cuento sufí que decía que un sabio estaba reunido con sus discípulos y ellos le preguntaban cómo era posible que si una cosa era lo que era él les manifestase siempre que la realidad no existía, que había múltiples matices y que todo, absolutamente todo, dependía del prisma, del objetivo con el cual enfocase la persona...los discípulos no daban crédito a las palabras de su maestro y éste, para ilustrarles, les puso un ejemplo: buscad cuatro personas que jamás en su vida hayan visto un elefante, tapadles los ojos y ponedles frente a uno, después, pedidles que os lo describan. Así lo hicieron. la primera persona llegó junto al elefante y tocó su costado: - el elefante es exactamente como una pared de barro secada al sol. La segunda, tocó dos objetos muy largos y puntiagudos, que se curvaban por encima de su cabeza. Eran los colmillos del elefante.- la forma de este animal es exactamente como la de una lanza…sin duda, ésta es!. La tercera empezó a acercarse al elefante por delante, para tocarlo cuidadosamente. El animal ya algo curioso, se giró hacía él y le envolvió la cintura con su trompa, éste agarró la trompa del animal y la palpó de arriba a abajo notando su forma alargada y estrecha, y cómo se movía a voluntad: - bueno, el elefante es más bien como…como una larga serpiente. La cuarta, se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos que le molestaban, prendió la cola y la siguió de arriba abajo con las manos, notando cada una de las arrugas y los pelos que la cubrían. No tuvo dudas y exclamó:! yo os diré cual es la verdadera forma del elefante. Sin duda es igual a una vieja cuerda.



Así nos sucede a todos con todo, vemos un prisma , sólo un ángulo, sólo una ínfima parte de la realidad, no quiere decir que lo que veamos, al igual que las partes del elefante, no sea cierto, sólo que es incompleto, irreal en su totalidad, subjetivo...





Esto es más difícil todavía si hablamos de nosotros mismos, habitamos con nosotros, estamos más que acostumbrados a nuestro propio discurso mental que nos dice lo que sí y lo que no debemos o podemos hacer, estamos más que habituados a nuestras emociones, a nuestros cambios de humor, a nuestros estados de ánimo y lo malo de ello es que nos hallamos tan habituados que olvidamos quiénes somos.




Por eso, a veces, es necesario la figura de alguien foráneo, externo a nosotros, un hada madrina que se atreva a decirnos claramente qué ve y cómo lo ve, que se atreva a darnos un toque con su varita para hacer nacer en nosotros la luz de la verdad, que se atreva a correr el velo que, a veces (tantas veces), nos separa de nuestra plenitud y que, paradójicamente, se halla tan cerca.




Las hadas son personas que se disfrazan de “normales”, como tú y yo, pero que tiene esa extraña capacidad para ver dentro de ti, para saber qué anhelas, qué deseas, qué quieres…y no para saberlo desde el prisma de la personalidad, desde dentro del edificio, sino para saber ESO que tu alma te pide que exhibas, que trabajes, que muestres...




Ayer Rebeca, me contaba que, aunque suene extraño y casi surrealista, la gente, en general, no desea sanarse, prefiere arrastrar su depresión, su ansiedad, sus tristezas, que tomar el mando de sus vidas y decirle al mundo: aquí estoy yo y éste es mi Don…hace falta valentía para hacerlo, de eso estoy segura, pero todo es más fácil si alguien te tiende la mano y te acompaña a cruzar el puente…así que si tienes la suerte, como yo, de poder compartir tu tiempo, tu vida, con esos seres mágicos, que te tele-transportan, que hacen que el tiempo se detenga y que saben ver y sacar lo mejor de ti, aprovéchalo, ásete a tu mano y deja que te conduzcan, siquiera un ratito, sólo un tramo de la carretera, ya que el verdadero viaje sabes que sólo puedes recorrerlo tú. Es tu elección y tu responsabilidad.




Gracias "hadas", por ayudarnos a creer. y a crecer.

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