“Todos conocemos una patología del África central llamada enfermedad del sueño. Lo que tenemos que saber es que existe otra enfermedad parecida que ataca al alma, y que es muy peligrosa porque se instala sin que nos demos cuenta. Cuando notes el primer indicio de indiferencia y falta de entusiasmo, estate alerta! La única manera de prevenir esa enfermedad es entendiendo que el alma sufre, y sufre mucho, cuando la obligamos a vivir superficialmente. Al alma le gustan las cosas bellas y profundas” – Paulo Coelho, “El vencedor está solo”.
Ayer leí una frase que, para mí, es muy acertada “la enfermedad no es mala, avisa”.
Qué cierto...la enfermedad…esa temida compañera de viaje que a veces se instala a nuestro lado y decide que es hora y momento de acompañarnos un tramo de la travesía..y, nosotros, focalizados en eliminarla, en borrar sus pasos de nuestro lado y en deshacernos , si es posible para siempre, de su compañía..la juzgamos ingrata, mala compañera de aventuras y sobre todo, destructiva y maligna..y no es así. Al menos no es así para mí ni para un grupo de personas que hemos decidido que ya está bien de que nos cuenten cuentos, que ya está bien de hacer caso a rajatabla de lo que las personas que han estudiado seis años de medicina decidan lo que es y lo que no es bueno para mí…ya está bien de ponderar su criterio, el de ellos, que están al margen de mi propio cuerpo y de mis emociones, del mío propio. Basta.
Basta porque he decidido escuchar a mi cuerpo, saber de sus latidos y estoy firmemente convencida de que cuando avisa, cuando grita es porque tiene algo que decirme, sólo que, a veces habla en un lenguaje que no comprendo del todo, que se antoja inquieto, misterioso..pero eso es tan sólo a veces, esas veces que mi alma está tan dormida por el día a día que se olvida del lenguaje que mi cuerpo habla, y eso que ella lo sabe a la perfección puesto que ella lo ha inventado.
Hay un cuento que narra la historia de una rana, una rana que es metida en un olla con agua y el agua se va calentando gradualmente, poco a poco, hasta que hierve. La rana se va notando cada vez más y más incómoda, pero resiste, aguanta, porque la temperatura sube gradualmente, por lo que, con cada subida, a la rana le da tiempo a aclimatar su cuerpo...sin embargo, si a la misma rana la metemos directamente en una olla con agua hirviendo saltará inmediatamente de la olla y escapará, es decir, no soportará tanta temperatura de golpe y huirá sin dilucidar…la enfermedad es algo semejante…es ese piloto automático que avisa de que algo no va bien, no funciona, por lo que, si no funciona, nuestro cuerpo entero reacciona, nuestro cuerpo mental y emocional suele hacerlo en primer lugar y después, acude a lo físico, a lo terrenal, a la materia…por lo que, en lugar de ver a la enfermedad como un castigo divino, por qué no verla como lo que realmente es? Es decir, como un bendición?
Es una bendición tener un testigo interno, un piloto que vibre si algo no funciona, es una bendición contar con un instrumento así en nuestro propio cuerpo, no necesitamos de agentes externos, de nadie que te diga lo que anda mal en tu vida, porque tú mismo puedes sentirlo, percibirlo…cosa distinta es que después decidas utilizar o no esa información, que decidas prestarle atención a esa parte que clama o que la calmes con analgésicos para no tener que escuchar lo que dice. Ahí, viene el reto.
* El título de este post se corresponde con el libro de los Doctores T. Dethtlefsen y R. Dahlke.