Siempre me he preguntado qué pasaría cuándo….
Cuando alcanzase la mayoría de edad
Cuando me fuese de casa
Cuando consiguiese trabajo
Cuando ascendiese en él…
Siempre un cuándo, un hasta dónde, un cuando llegue.. haré, diré, pensaré, estaré..
Hasta que me di cuenta: no hay dónde llegar, no hay un status quo que determine la meta…la vida no es lineal, sino circular, son ciclos, está siempre girando, siempre en la rueda de samsara.
Eso da cierta tranquilidad pero, al mismo tiempo, cierta desesperanza, nunca cesa, todo crece, decrece, se transforma y evoluciona, pero no hay metas, no hay un punto de llegada. No, no lo hay.
Sabiendo que todo en la vida es cíclico, eso te da la oportunidad de calmar tus expectativas, de saber que tienes oportunidad de progreso y evolución reiteradas, que cada ciclo te brinda nuevas oportunidades y que tú, sólo debes estar atento para poder aprovecharlas y extraer la conclusión necesaria.
No busques un punto de llegada, ya conoces el de partida, ahora sólo vive y confía.
A veces, ese punto de partida no es el de la acción, como en La Odisea, no empieza cuando el barco zarpa, a veces hay que pasar por el proceso de “caos” que llaman los alquimistas, ese caos previo, ese tiempo de impasse, esa espera te permitirá dotarte de la paciencia necesaria para saber atravesar futuras adversidades…cierto que a casi nadie le agrada esperar y más a personas guerreras, proactivas y con un sentido claro y marcado de lo que es la acción…pero, a veces, la espera se impone y la trampa es caer en la desesperación, en la amargura de la inacción, en la desesperanza de que hay vida y debería ser vivida de un modo concreto…sin embargo, no debes perder de vista que esa espera te dará fuelle, te permitirá dotarte de reservas energéticas a las que podrás acudir cuando el viento azote, cuando pienses que tu barca, como
Un besazo, amig@ impaciente…a mí me cuesta cada día.
FOTO: Cerdeña (Italia).
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